jueves, 27 de diciembre de 2018

"La Luna", Juan Ramón Jiménez

Juan Ramón Jiménez es un poeta español, fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura y es autor de la conocida obra Platero y yo.

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La Luna es un poema escrito por este autor, que aparece publicado en el libro Diario de un poeta recién casado. Este libro fue escrito documentando un viaje que hizo el autor.

LA LUNA

BROADWAY. La tarde. Anuncios mareantes de colorines sobre el cielo. Constelaciones nuevas. El Cerdo, que baila, verde todo, saludando con su sombrerito de paja, a derecha e izquierda. La Botella, que despide, en muda detonación, su corcho colorado, contra un sol con boca y ojos. La Pantorrilla eléctrica, que baila sola y loca, como el rabo separado de una salamanquesa. El Escocés, que ensela y esconde su whisky con reflejos blancos. La Fuente, de aguas malvas y naranjas, por cuyo chorro pasan como una culebra, prominencias y valles ondulantes de sol y luto, eslabones de oro y hierro (que trenza un chorro de luz y otro de sombra...). El Libro, que ilumina y apaga las imbecilidades sucesivas de su dueño. El Navío, que, a cada instante, al encenderse, parte cabeceando, hacia su misma cárcel, para encallar al instante en la sombra... Y...

   -¡La luna! -¿A ver? -Ahí, mírala, entre esas dos casas altas, sobre el río, sobre la octava, baja roja, ¿no la ves...? -Deja, ¿a ver? No... ¿Es la luna, o es un anuncio de la luna?


El poema se encuentra dividido en dos partes, siendo estas una descripción y un diálogo.
En la primera de ellas, el autor nos sitúa en Brodway, una avenida de Nueva York, concretamente en Times Square por la tarde, y nos relata lo que está viendo. Describe los anuncios luminosos como constelaciones, figuras en el cielo.
En la segunda parte, el autor plasma un diálogo que suponemos que tiene con su esposa, en el que cree haber visto la luna. Ambos desconocen si se trata de la luna real o de un anuncio de la misma, puesto que todos los carteles que han visto les impiden seguir distinguiendo con normalidad entre lo real y los anuncios. 


domingo, 23 de diciembre de 2018

"Mujeres", Luis García Montero.

El poema Mujeres fue publicado en Habitaciones Separadas en 1994 por Luis García Montero, poeta, crítico literario y profesor en la Universidad de Granada.
Se trata de un poema de verso libre que cuenta con heptasílabos y endecasílabos. Este poema se ambienta en un mundo urbano que se inspira en la poesía de Baudelaire en Las flores del mal (1857). El autor nos explica la importancia de valorar la belleza real que muchas veces se ve eclipsada por la virtual sirviéndose de una experiencia cotidiana. La publicidad está muy presente en este poema ya que es el medio por el cual se transmite esa belleza virtual. García Montero reflexiona acerca de lo engañosa que puede llegar a ser la publicidad.  Al estar basado en experiencias propias del autor, el poema adquiere un toque más personal e íntimo. Tiene como fin informar al lector de un problema muy común de manera clara y directa. García Montero defiende que la poesía debe comprometerse con la verdad y la justicia. Convierte el poema en una herramienta moral, que ayude al lector abrir los ojos ante los elementos engañosos que transmite la publicidad y que pueden afectar la opinión que muchas personas tienen de sí mismas de manera negativa.

En los primeros versos del poema vemos como el autor cuenta que un día cualquiera en un barrio obrero cualquiera ve a mujeres esperando el bus. Tienen sueño porque han madrugado y no están apenas arregladas, ya que solo van a trabajar para salir adelante. Esto que describe en esta primera parte es la vida real, algo que pasa de manera cotidiana en todos rincones del mundo a personas de carne y hueso.
Una vez estas suben al autobús, el poeta comienza a presentar otra realidad que se contrapone a la anteriormente descrita. Esta realidad surge de la ficción, una ficción que limita y esclaviza a los seres humanos. ¿Por qué? Porque estos se han creído unas reglas virtuales que han sido creadas por una industria que busca vender sus propias realidades. Dichas realidades no son afines al ser humano, ya que este, según afirma el autor, "necesitaba una perspectiva ética en la que sentir que cualquier cuerpo de carne y hueso merece más respeto que la belleza virtual". Es precisamente por esto, por lo que en el poema se cuenta como las mujeres al irse apuradas hacia su trabajo dejan atrás esa publicidad de marcas de ropa propia de las marquesinas de autobús. En este caso se trata de una campaña publicitaria para una firma de ropa interior protagonizada por mujeres totalmente opuestas a ellas: cuerpos perfectos que no madrugan ni tienen prisa, ya que no necesitan ganar un sueldo a fin de mes. para el poeta se trata de una dictadura comercial que limita al ser humano. Considera que el cuerpo se ha convertido en una mercancía y critica aquella publicidad engañosa que pretende vendernos cosas que nos darán la felicidad o nos arreglarán la vida. Del mismo modo, afirma que esto es propiciado por el consumidor que cae rendido a sus engaños. Para él es necesario que la ética predomine y permanezca intacta.

Mañana de suburbio
y el autobús se acerca a la parada.

Hace frío en la calle, suavemente,
casi de despertar en primavera,
de ciudad que no ha entrado
todavía en calor.
Desde mi asiento veo a las mujeres,
con los ojos de sueño y la ropa sin brillo,
en busca de su horario de trabajo.

Suben y van dejando al descubierto,
en los cristales de la marquesina,
un anuncio de cuerpos escogidos
y de ropa interior.
Las muchachas nos miran a los ojos 
desde el reino perfecto de su fotografía,
sin horarios, sin prosa,
obscenas como un sueño bronceado.

En los últimos versos
Que tengas un buen día,
que la suerte te busque
en tu casa pequeña y ordenada,
que la vida te trate dignamente.

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miércoles, 12 de diciembre de 2018

Maletas perdidas y grandes cambios.


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Luis García Montero es un poeta realista que propone reflexiones a raíz de situaciones cotidianas.




En su poema, "Maletas perdidas", el pretexto es haber perdido las maletas, algo muy común para aquellos que viajan. La primera consecuencia es tener que adquirir una maleta nueva. Para el autor estos pequeños cambios pueden traer consigo cambios vitales, de conducta o de rumbo. Por otro lado, la ropa es indudablemente una seña clara que pone de manifiesto nuestra personalidad, es lo primero que decidimos cada mañana. No solo nos vestimos según nuestros gustos, sino también según nuestro estado de ánimo. Podemos ver como el autor busca hacer referencia a esto diciendo lo siguiente: "por los armarios cruzan las preguntas con pies de plomo". Todos sabemos además, que una determinada ropa se asocia a una determinada ideología, algo que el poeta también ha querido recoger: "¿Qué camisa defiende las verdades del joven...?". La siguiente cita: "La ley del probador nos abre la mirada", busca expresar como pensamos, cómo queremos que nos vean, cómo realmente nos ven y como afrontamos la vida.

El acto cotidiano de comprar ropa, se convierte en el símbolo de la vida, dándole importancia a esas pequeñas cosas. El poema termina diciendo "tal vez seas tú quien decida qué voy a ponerme"; siguiendo en la línea de lo anteriormente citado y tomando esa "ropa" como algo que condiciona nuestra vida y trae cambios importantes consigo, suponemos que este fragmento hace ver como no es él quien decide el rumbo de su vida, sino, en este caso, la mujer.
Esta mañana sucia de Estocolmo,

después de aterrizar en la perfumería

y en las tiendas de ropa,
estuve barajando la ley de los destinos.
El azar y el espejo
componen un murmullo de chaquetas vacías.
En las costuras duermen
las posibilidades y sus sombras.

Me he sentado a mirar

la orilla de los cuerpos en humildad de espera,

como al quedarme con tu bolso
cuando te vas al probador.
Una corriente viva de precios y etiquetas,
minuciosa lo mismo que la lluvia,
ordenará las perchas de lo que no seremos,
lo que vamos a ser,
lo que alguna vez fuimos.
Y todo se reúne en nuestra indecisión.

Por los armarios cruzan las preguntas

con pies de plomo.

¿Qué camisa defiende las verdades del joven
en la prudencia de la piel madura?
¿Y cómo puedo defender tu amor,
buscar amor de hoy en el amor de siempre?
Valoro los encajes de la vida,
y levanto mis manos perturbadas
al demonio pacífico
de la ropa interior.
Pero yo sé que los desnudos
sólo nos pertenecen con los ojos cerrados.

La ley del probador

nos abre la mirada,

negocia el porvenir en un espejo.
Así que no conviene despreciar
las maletas perdidas. Los aeropuertos guardan
equipajes fugados
que ayudan a entender la primavera nórdica.

Celebremos el día que tiene nuestra talla.

El sol azul sobre los barcos tibios,

la habitación de hotel con ropa nueva,
y que tú seas quien decida

lo que voy a ponerme. 

martes, 4 de diciembre de 2018

Los lápices de Ikea



Fernando Beltrán es un poeta nacido en Oviedo en 1965, aunque se traslada a Madrid posteriormente.


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LOS LÁPICES DEL IKEA

Me pregunta de pronto

cuánto crees

que mide nuestro cuarto,

aproximadamente.

Caminaba hasta entonces junto a ella

mirando sin sentir, sintiendo sin mirar

mesas, sillas, estantes…

Nuestro cuarto.

Cuánto puede medir.

Aproximadamente.

Troceo la pregunta

y la repito en alto, muy despacio

taponado aún mi oído de ser padre

tener casa, familia, ser al fin

como al fin somos todos.

Pero ella es generosa y tarda menos

en subir a mis nubes que en bajar yo a su tierra,

percibe ya la hormiga en mis dos manos

y me señala al fondo una columna

donde crecen los lápices

y un enjambre de hombres y mujeres

se quitan la palabra unos a otros

dispuestos a saber cuánto miden sus vidas,

cuánto el pozo, los clavos, los aullidos,

la luz de sus colmenas, el martillo del tiempo,

la terca longitud de algunas noches,

cuánta sed, cuánto hielo.

Escribo atropellado

sobre el margen de un folio

que ahora observo despieza en mil pedazos

un armario que no sabré jamás

si es pequeño o enorme

para ocupar un sitio en nuestro cuarto

entre puerta y ventana,

jamás pensé siquiera en la existencia

del hueco que habitamos cada día

sin manual de instrucciones.

La escarpia del vivir, el berbiquí del miedo

y este lápiz que es breve y afilado

como un sábado en calma

transformado de golpe en una alcoba

difícil de explicar.

Cuánto mide el amor. Cuánto el silencio.

Cuánto mide una vida

aproximadamente.


En el presente poema, Los lápices de Ikea, incluido en el libro Hotel Vivir el autor refleja realidades triviales propias de la vida en pareja, como por ejemplo comprar muebles un sábado. Este hecho será el que lleve al protagonista a reflexionar sobre el nuevo proyecto de vida que ha puesto en marcha con su pareja: irse a vivir juntos y formar una familia. Nos envuelve en un recorrido carente de expresión, dando la sensación de que nada parece importarle. Este sentimiento de apatía se hace patente en el siguiente verso: "percibe ya la hormiga en mis dos manos". Esta metáfora se refiere a la manera en que todos los hormigueros son iguales y realizan el mismo recorrido, queriendo decir que todas las parejas son iguales y que ellos son meramente una pareja más.


El poema se encuentra plagado de recursos estilísticos que buscan crear una mayor sonoridad. En el verso "dispuestos a saber cuánto miden sus vidas" hay una clara transposición de la vida a algo físico que se puede medir. También en "en subir a mis nubes que en bajar yo a su tierra" observamos un paralelismo construido con frases hechas. "Crecen los lápices" o "terca longitud" son ejemplos de personificaciones que podemos encontrar el texto. En la misma línea tenemos métaforas como "escarpia de vivir" o "berbiquí de miedo", que nos intentan transmitir el pavor que provoca esta situación.


Los versos que cierran el poema se traducen en una sucesión de anáforas que marcan el comienzo de cada uno de ellos con la palabra "cuánto", que ya habíamos visto al inicio del poema y que, además, da pie a una cuantía de incognitas y reflexiones que se suceden en su mente.

sábado, 1 de diciembre de 2018

"Nocturno de los Avisos", Pedro Salinas.

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Se trata de uno de los poemas más conocidos del renombrado poeta Pedro Salinas. Perteneciente a la Generación del 27, es famoso, fundamentalmente, por su poesía y su ensayo. Dentro de la misma, se le conoce como el "poeta del amor", ya que en sus obras podemos observar como profundiza en dicho tema.
Una vez finalizada la Guerra Civil, se exilia a los Estados Unidos hasta el momento de su muerte.
para este autor la poesía era un "ahondamiento en la realidad, una aventura hacia lo absoluto". En sus obras, una de las características más destacadas es el uso de paradojas para manifestar su conceptismo. Suele renunciar siempre a la rima y escribe, mayormente, en verso corto.
Este poema esta integrado en su libro "Todo más claro y otros poemas", en el cual lleva a cabo grandes reflexiones poéticas que tienen como tema central las angustias de un hombre que vive fuera de su tierra natal. En este poema en concreto, se presenta una sociedad consumista, la acción se sitúa en pleno Times Square con sus conocidos carteles luminosos. Serán estos carteles luminosos los que lleven al autor a reflexionar sobre la vida y la muerte, las dudas, el consumismo... busca respuesta en dichos anuncios para concluir que no saben nada. Compara la publicidad con el mundo clásico sirviéndose de referencias mitológicas. Podemos distinguir referencias a nuncios sobre tabaco, alcohol, higiene... Cada uno de ellos le lleva a reflexionar sobre algo en concreto.
Se trata de un poema que no tiene estrofas, pero cuenta con dos partes divididas por un espacio. En la primera distinguimos una personificación de la avenida a la que llama "rectilínea". Compara esta avenida con la propia vida. En esta primera parte los versos oscilan entre las 7 y las 11 sílabas, con rima irregular.
En la segunda parte describe a los anuncios como símbolos, los cuales le hablan.

¿Quién va a dudar de ti, la rectilínea,
que atraviesas el mundo tan derecha
como el asceta, entre las tentaciones?
Todos acatan, hasta el más rebelde,
tus rigurosas normas paralelas:
aceras, el arroyo,
los rieles del tranvía,
tus orillas, altísimos ribazos
sembrados de ventanas, hierba espesa,
que a la noche rebrilla
con gotas del eléctrico rocío.
Infinita a los ojos
y toda numerada, a cada paso
un algo nos revelas
de dos en dos, muy misteriosamente:
setenta y seis, setenta y ocho, ochenta.
¿Marca es de nuestro avance hacia la suma
total, esclavitud a una aritmética
que nos escolta, pertinaz pareja
de pares y de impares,
recordando a los pájaros
esta forzosa lentitud del hombre?
¿O son, como los años, tantas cifras
señas con que marcar en la carrera
sin señales del tiempo, a cada vida,
las lindes del aliento,
año de cuna, año de tumba, texto
sencillo de dos fechas
que cabe en cualquier losa de sepulcro?
¿Llegaré hasta qué número? Quizá
tú no sabes tampoco a dónde acabas.
Tu número cien mil, si tú pudieras
prolongarte, ya muerta, sin tus casas,
seguir, por el espacio, así derecha,
¿no sería la Arcadia, y dos amantes,
a la siesta tendidos en la grama,
antes de Cristo y de los rascacielos?
Nunca respondes, hasta que es de noche,
cuando en lo alto de tus dos orillas
empiezan los eléctricos avisos
a sacudir las almas indecisas.


<<¡Lucky Strike, Lucky Strike!>> ¡Qué refulgencia!
¿Y todo va a ser eso?
¿Un soplo entre los labios,
imitación sin canto de la música,
tránsito de humo a nada?
¿Naufragaré en el aire, sin tragedia?
Ya desde la otra orilla, otros destellos
me alumbran otra oferta:
<<White Horse. Caballo Blanco.>>¿Whisky? No.
Sublimación, Pegaso.
Dócil sirviente antiguo de las musas,
ofreciendo su grupa de botella,
al que encuentre el estribo que le suba.
¿Cambiaré el humo aquél por tu poema?
¡Cuantas más luces hay, más hay, de dudas!
Tu piso, sí, tu acera, están muy claros,
pero rayos se cruzan en tus crestas
y el aire se me vuelve laberinto,
sin más hilo posible que aquí abajo:
el hilo de un tranvia sin Ariadna.


¡Qué fácil, sí, perderse en una recta!
Nace centelleante, otra divisa,
un rumbo más, y confusión tercera:
<<¡Dientes blancos, cuidad los dientes blancos!>>
Se abre en la noche una sonrisa inmensa
dibujada con trazos de bombillas
sobre una faz supuesta en el espacio.
¡Tan bien que me llevabas por tu asfalto,
cuando no me ofrecías tus anuncios!
Ahora, al mirarlos, no hay nada seguro,
para las mariposas, que se queman
un millar por minuto en torpes aras.
No sé por dónde voy más que en el suelo.
Y sin embargo el alba no se alquila.
Lo malo son las luces, las hechizas
luces, las ignorantes pitonisas
que responden con voces más oscuras
a las oscuras voces que pedían.
Ya otra surge, 
más trágica que todas: <<Coca Cola.
La pausa que refresca. >>Pausa. ¿En dónde?
¿La de Paolo y Francesca en su lectura?
¿La del Crucificado entre dos mundos,
muerte y resurrección? O la otra, ésta,
la nada entre dos nadas: el domingo.
Van derechos los pasos todavía:
quebrada línea, avanza, triste, el alma:
tu falsa rectitud no la encamina.
Fingiendo una alegría de arco iris
pluricolor se enciende otra divisa:
<<Gozad del mundo. Hoy, a las ocho y treinta.>>
La van a defender cien bailarinas
con la precisa lógica de un cuerpo
que argumenta desnudo por el aire
mientras que los coristas,
con un ritmo de jazz, van repitiendo
aquel sofisma, aquel, aquel sofisma.
¿A eso llevabas? ¿El final, tan simple?
¿Vale la pena haber llegado al número
seiscientos veintisiete,
y encontrarse otra vez con nuestros padres?
Mas no será. Ya el príncipe constante,
que vuelve, si se fue, que no se rinde,
con su grito de guerra. <<Dientes blancos,
no hay nada más hermoso>>, nos avisa,
contra la gran tramoya
que no se cansan de cantar los besos.
El dentífrico salva:
meditación, mañana tras mañana,
al verse en el espejo el esqueleto;
cuidarlo bien. Los huesos nunca engañan,
y ellos han de heredar lo que dejemos.
Ellos, puro resumen de Afrodita
poso final del sueño.


Ya no sigo.
Incrédulo de letras y de aceras
me sentaré en el borde de la una
a esperar que se apaguen estas luces
y me dejen en paz, con las antiguas.
Las que hay detrás, publicidad de Dios,
Orión, Cefeo, Arturo, Casiopea,
anunciadoras de supremas tiendas,
con ángeles sirviendo
al alma, que los pague sin moneda,
la última, sí, la para siempre moda,
de la final, sin tiempo, primavera.